miércoles, 2 de marzo de 2011

Sobre dos grandes documentales cubanos.


MIS RECUERDOS EN “COFFEA ARÁBIGA” Y “RETORNAR A BARACOA” de Nicolasito Guillén.

Recientemente, pude volver a ver gracias a que un amigo subió a su Facebook, dos documentales cubanos de principios del ICAIC, allá por los primeros años de la década de los 60's.

Me refiero a COFFEA ARÁBIGA Y RETORNAR A BARACOA, ambos del querido realizador Nicolasito Guillén Landrián . Si no hubiera sido gracias al amigo que "subió" el material en la red social, creo que nunca más hubiera podido volverlos, de disfrutarlos y recordar, pues seguramente los negativos originales de estos materiales continuarán durmiendo el sueño eterno, llenos de hongos, de humedad allá, en alguna de las bóvedas de la Cinemateca de Cuba.

Luego del impacto inicial que provocaron en mi el encuentro con documentales que tienen más de 40 años de realizados, pude constatar que aún hoy, tienen una vigencia sorprendente. Ambos poseen un lenguaje atrevido (osado, diría yo para la época en que fueron producidos) además de sus contenidos.

Recuerdo que casi en mis inicios, sin estar bien entrenado en mi especialidad - y me refiero a los efectos Visuales - Nicolasito me fue a ver a Cubanacán para plantearme algunas ideas creativas que iba a necesitar en el documental COFFEA ARÁBIGA. Para ese tiempo, todos estábamos cansados en el Instituto, pues las jornadas en el Cordón de la Habana, de trabajo voluntario en la siembra del café, habían sido por esos días realmente agotadoras. Nicolasito vino con un encargo de realizar un material documental que recogiera lo que estaba sucediendo en aquellos campos donde había más piedras y rocas que tierra para sembrar. Pasamos una tarde hablando de todo aquel experimento, porque eso era lo que él pensaba, me comentó de su inquietud por el presente loco que veía, centros de trabajos paralizados en sus producciones para asistir todos los días al trabajo de sembrar, de abrir huecos en la roca, de sembrar café, de los tractores tumbando el marabú pero también los limoneros y naranjales que existían por las zonas cercanas a los Estudios de Cubanacán, del desgaste físico de miles de personas. Nicolasito siempre estuvo muy claro de todo aquel plan. Y me dejó ese día una serie de recortes de películas y fotos para que yo los armara secuencialmente y se los entregara a edición.

Durante varios días estuvimos los editores y yo en contacto analizando cómo echar a andar aquella nueva experiencia para mí, pues recién me estrenaba en la Truca. Aquellos días también fueron unas jornadas de experimentos para mi.

Guillén Landrián me dio libertad creativa para poder hacerlo a mi manera, recordándome que plasmara en mi propuesta sus impresiones del Cordón de La Habana.

Haciendo un flash back de esos tiempos, considero que Nicolás jamás estuvo loco, como apuntaron algunos. Su locura era de otro tipo: De ideas creativas y de un especial sentido semiótico del humor y la ironía. Quizás por eso fue censurado. Su visión del cine y de la realidad estaban más allá del resto del grupo fundacional del ICAIC en aquellos primeros años de la Revolución.

Hoy volviendo a verlos, confirmo mis impresiones personales sobre él y su gran trabajo en el Cine Cubano. Espero que algún día puedan valorar su Obra y la recuperen como debe ser.

RETORNAR A BARACOA, es también un digno ejemplo de su claridad y comprensión de aquellos tiempos. Nunca dudó en dejarlo ver, en expresarlo.

Escogió el documental, que lo tenía a mano, para de una manera tremendamente sincera, contarnos desde allá, desde aquellos años, desde aquellos tiempos, el presente.

1 comentario:

  1. Pucho, acabo de leer tus memorias sobre Coffea Arábiga y como todo lo de aquella época, todo lo referente a Cuba, me deja pensando, me pone triste. No por los documentales de Nicolás que aún sepultados en mazmorras, existen y están ahí para hacernos reflexionar ahora sobre los tiempos vividos. Al menos años después, nos abren los ojos sobre cosas que entonces no veíamos.
    No me voy a preguntar si Nicolás estaba loco o no, ni cuál pudo ser su diagnóstico. Lo que me pregunto es por qué hubo que tratarlo de la forma que lo trataron. Si teníamos una revolución fuerte, si el apoyo del mundo y del "pueblo" ( palabra nefasta por discriminatoria) era real, ¿por qué temerle a un artista, loco o no? Mandarlo a una cárcel por su obra documental, después meterlo en un manicomio para al fin sacarlo de allí y humillarlo poniéndolo a barrer pisos a una cuadra del sitio donde estaban todos sus compañeros de trabajo, es de lo peor y más sanguinario que se puede hacer con una persona, un intelectual.
    Me da tristeza que una obra tan importante como el ICAIC, tenga que cargar con máculas como esas por culpa de la prepotencia, la soberbia y la impunidad de tres o cuatro jefes y sus miedos. Me da tristeza que en lugar de agradecer la reflexión que sobre el disparate económico nos proponía el buen loco, se ensañaran contra él para ayudar a continuar con la verdadera locura que era la destrucción económica de un país, para satisfacción de un hombre y su proyecto personal, que reconozco, pudo ser bueno y que para mí tuvo algo de revolucionario durante nueve años -hasta el 69- pero que no justifica los desmanes y los abusos como la UMAP, las cárceles para los que pensaban distinto o lo que es peor para un artista que desde dentro, proponía una reflexión sobre un tema de la economía y la sociedad.
    Ahí está la obra, ahí estará por siempre asociada a su nombre. ¿Qué sudecerá con los nombres y "la obra" de los dirigentes? La historia no los absolverá.

    ResponderEliminar