miércoles, 9 de diciembre de 2015

DE GONZÁLEZ ROJAS A GARCÍA BORRERO

Bueno, Juany, verdad de Perogrullo resulta hablar de los granes apiñamientos de público durante el Festival de Cine para alcanzar a ver una cinta cubana de largo metraje, casi siempre de estreno, pues el evento resulta la verdadera plataforma de presentación de nuestras ficciones. Ni la credencial me exoneró de las turbamultas que desbordaron las salas de 23 y 12 y La Rampa, para ver las óperas primas Bailando con Margot (Arturo Santana) y Espejuelos Oscuros (Jessica Rodríguez).
Y es que bajo este ya acostumbrado estado de cosas se divisa un sorprendente comprometimiento del cubano con su fílmica, algo casi único en el mundo, donde las producciones nacionales sucumben ante las taquillas propuestas foráneas, relegados a una constante alternatividad.
Sin embargo, con exiguo marketing, más allá de las informaciones de rigor en los medios y la programación que ofrece el diario del Festival, las obras cubanas casi siempre ganan premios de la popularidad o son muy fuertes contrincantes, y gozan de la mayor afluencia, amén de las calidades, que son harina de otro costal. Cuánto puede decir algo tan “sencillo” como esto del arraigo cultural, el sentido de la  identidad y tantos otros argumentos que se esgrimen maniqueamente a la hora de levantar trincheras y condenar la afluencia de las propuestas culturales del mundo y los consumos de los públicos cubanos.
Estas “colas”, que no son para el pan, ni el champú, que no son concentraciones orquestadas, hablan muy alto a favor de un espíritu nacional sólido, de las reales ansias del cubano de dialogar con las representaciones que de Cuba urden otros cubanos, de ver cómo funciona y divertirse, de celebrar, a veces muy forzadamente y hasta la verdadera exageración (casi desesperada) de buscar la risa, el chiste, la causa del disfrute y la celebración de lo nacional, a fin de cuentas. Un gran abrazo y seguimos festivaleando…
Antonio Enrique González Rojas

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