SERGIO BENVENUTO SOLÁS A PROPÓSITO DEL POST DE GUSTAVO ARCOS Y EL TEXTO DE JORGE LUIS SÁNCHEZ.
DIC 19
Sobre la eclosión del cine independiente nacional, el emergente audiovisual cubano y la necesidad de nuevos espacios de exhibición o debate.
Por Sergio Benvenuto
Los últimos veinte años han cambiado mucho nuestro país pero el cine y el audiovisual cubanos requirió de una década de espera (la de los noventa) para reaccionar y reacomodarse a la crisis y las transformaciones económicas y sociales. Este proceso de reacomodo fue acompañado con el surgimiento de propuestas como la de la Muestra de Nuevos Realizadores y el proyecto del Festival del Cine Pobre Humberto Solás (2001-2011), etapa en la que paralelamente al debut y fuerza propulsiva del proyecto de Gibara, inaugurado en 2003, múltiples espacios que en su mayoría ya existían encontraron la posibilidad de consolidarse y por primera vez figurar junto al Festival de la Habana brindándose entonces un escenario de eventos diverso y armónico.
El panorama audiovisual nacional confronta actualmente otros desafíos, pues ante los nuevos cambios que se plantea la nación la institucionalidad en el cine se encuentra desarmada dado que hoy presenta un deterioro que la incapacita a liderar proceso alguno. El ámbito cultural, y no exclusivamente el del ICAIC, sufre de un inmovilismo preocupante, a lo que se suma con desproporción la torpeza y la miopía de aquellos que han interpretado la necesidad de ahorrar como oportunidad de cercenar o destruir todo aquello que por su eficacia y brillo amenaza a una ineficaz burocracia cultural que convive en nuestros días con este ámbito tan diverso, sugerente y creativo.
Al margen de las dificultades que enfrenta el festival capitalino, sigue siendo éste el espacio social y comunitario cultural más excepcional, por ello es un Festival que debe protegerse aunque le debamos exigir la coherencia adecuada, pero sin perder de vista su importancia, complejidad y trascendencia continental. Cualquier propuesta que implique o sirva a actores oportunistas, incluidos los ataques desmesurados al evento habanero, no será constructiva para el ámbito audiovisual cubano en general. El Festival del Nuevo Cine Latinoamericano ha de aprender de los errores de esta edición de 2011 dado que sus organizadores han recibido múltiples señales y avisos, pero es preciso entender que un proyecto de su dimensión para sobrevivir ha requerido de consolidar estrategias y de procurar la gestión de fondos para su ejecución; y en esta ocasión a pesar de las carencias evidentes pudimos ver también numerosos filmes de todo el orbe, adquirir con facilidad un diario de calidad, y a pesar de sus contracciones o de los deslices en la programación, la Habana volvió a lucir su diciembre de multitudes ávidas de espiritualidad, mientras un ICAIC apagado y pesimista amenaza con sucumbir. Y por suerte para todos, de la catarsis detonada por las torpezas, emerge la oportunidad de prestar atención a Vinci, de Eduardo del Llano, y a Verde Verde, de Pineda Barnet, de manera bien exclusiva, quizás dos de los proyectos de largometraje más interesantes del año. Podemos deslindar esto, que es parte de lo fundamental, de la hojarasca que afloró públicamente. Finalmente los únicos protagonistas verdaderos están siendo los más osados cineastas quienes sobrevivirán sin dudas a esta nueva etapa de desvaríos.
Nuevamente y de manera muy atinada se coloca sobre la mesa, con la propuesta pertinente de Gustavo Arcos y los avales de Jorge Luis Sánchez, la necesidad de forjar un nuevo espacio audiovisual y cinematográfico nacional que se dedique a propulsar todo lo cubano, sin distinción de origen y formato. Un espacio, agregaría, que sirva para retomar los ¨debates¨, pero que de una vez en esta ocasión estén dedicados a nuestro cine anterior y al actual, a nuestra memoria y a nuestros autores; un espacio integrador y no manipulado que respete los intereses y las necesidades de los cineastas y realizadores cubanos, que se aparte del oportunismo arribista y lo demuestre también admirando lo que otros foros han logrado (La Habana, la Muestra de Nuevos Realizadores, el Taller de la Crítica, etc), y por ende, que contribuya democrática y teóricamente al diseño de una nueva política adecuada al presente para el cine y el audiovisual nacional y erradique el ¨olvido¨, a mi modo de ver, una de las urgencias principales que enfrentamos todos.
Este eventual espacio audiovisual tendría que surgir en sintonía con las nuevas necesidades de los cineastas – en diálogo con ellos - por lo que no debe representar a una sola institución o grupo de intereses en el medio audiovisual, pues no serviría de nada y no entenderíamos ni resolveríamos entonces el adecuarnos a los nuevos tiempos en los que se ha consolidado saludablemente una diversidad de propuestas y la autonomía de los autores, cuando nos corresponde entonces fortalecer y adecuar las estructuras de apoyo, de producción, distribución y promoción del cine y el audiovisual a esta nueva realidad concreta del panorama audiovisual y del cine cubano que enfrenta igualmente numerosos retos. Un espacio así, paralelo y no domesticado, fortalecería también al ICAIC actual, pues lo conminaría a evolucionar, a adecuarse, y especialmente a no sucumbir envejecido e inmóvil.
La Habana, 18 de diciembre de 2011
martes, 27 de diciembre de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)