martes, 16 de agosto de 2011

El día que se vio cine en La Habana por primera vez

El día que se vio cine en La Habana por primera vez

Por: Sergio Nuñez Martinez

La guerra de independencia contra el colonialismo español estaba en su pleno apogeo y la ciudad de La Habana sufría una devastadora epidemia de viruela que prácticamente diezmaba a la población más humilde, fundamentalmente a los reconcentrados de Valeriano Weyler en campos y ciudades.En este contexto arribó al puerto de La Habana el vapor Lafayette el día 15 de enero de 1897, procedente de Veracruz, México.

Un pasajero de bigotes puntiagudos, barbilla rala, frente amplia y de buenas maneras descendió por la escalerilla de la embarcación sin sospechar que a su paso por La Habana se iba a insertar para siempre en la historia de la cultura cubana.

Este representante de la Casa Lumiere se nombraba Gabriel Veyre y traía en su equipaje un número de filmes listos para su proyección. Películas realizadas por él en México y las primeras que los hermanos Lumiere habían estrenado con notable éxito en el Gran Café, en el número 14 del Boulevard des Capucines en Paris dos años atrás. Traía también una cámara tomavistas que era a la vez impresora y proyector de imágenes en movimiento.

Después de una larga explicación a los curiosos funcionarios de aduana acerca de las funciones que realizaba aquel novedoso aparato, sale del puerto en busca del hotel más cercano para descansar del viaje.

Al día siguiente se dio a la tarea de buscar un local donde proyectar las películas que trajo consigo. Muy fresco en su mente latía el recuerdo de cuando llegó a México en agosto de 1896 con el mismo propósito de exhibir sus filmes y rodar algunas películas de la vida en ese país.

Visitó varios locales disponibles en la ciudad hasta que finalmente encontró el ideal en la calle Prado 126 al lado del Teatro Tacón. Este local lo ocupaba con anterioridad la Exposición Imperial, en el que se podían ver vistas fijas iluminadas de personalidades, ciudades, paisajes, etc., a través de unos gemelos y de forma individual.

Monsieur Veyre sabía lo que hacía. El local seleccionado por él estaba situado entre el Teatro Tacón y el Cuerpo de Bomberos del Comercio lugar céntrico que podía atraer a un numeroso público. Sólo había que esperar si el cinematógrafo acapararía la atención de los habaneros cuando entablara competencia con el teatro, donde actuaba la afamada actriz española María Tubau que se encontraba de temporada en el Teatro Tacón.María Tubau llenaba el teatro cada noche de su presentación. Frou-Frou, El hombre de mundo, Felipe Derbley y Nieves, eran las obras que anunciaban las carteleras y la prensa habanera del momento. La Habana entera hablaba de su gran talento y sus facultades histriónicas. De sus cualidades de gran señora y su elegancia al hablar y al vestir. Del vestir se decía que en toda la temporada no había repetido un traje.Por otra parte, en el teatro Albizu, el comediante Frégoli conquistaba aplausos cada noche “con sus excentricidades y variedad de voces”. Era innegable la cantidad de público que llevaba al teatro en cada función.Frente a estos dos artistas el francés se preguntaba si su espectáculo los podría superar en preferencia.

La experiencia le indicaba que lo primero que tenía que hacer era invitar a la prensa a una velada especial. Y una vez instalado el cinematógrafo envió las invitaciones a todos los directores de periódicos de la ciudad.

Al día siguiente de la proyección de las películas a la prensa se reflejó en la misma la gran acogida que había tenido el programa. Jacobo Domínguez Santí, en la edición de la mañana del Diario de la Marina del domingo 24 de enero de 1897 escribió una crónica donde entre otras cosas decía: “Anoche en la prueba del mencionado cinematógrafo, se exhibieron preciosas vistas de movimiento, siendo las más celebradas El desfile de un escuadrón de Coraceros, La tempestad en el mar, El ferrocarril en marcha (en realidad se trata de La llegada del tren), La puerta del Sol de Madrid y la que representa la llegada del Zar a Paris”.“Las funciones se efectuarán en tandas de media hora, desde las 6:30 de la tarde hasta las 11:30 de la noche. Si como vemos esta crónica apareció la mañana del 24 de enero de 1897 quiere decir que el grupo de periodistas que acudió a la invitación hecha por Veyre el día anterior fueron los que vieron cine por primera vez en Cuba.

Al parecer había nacido la crítica cinematográfica este día de 1897. Veamos la descripción que hizo un cronista ese día de El desfile de un escuadrón de Coraceros: “Se ve una llanura. Los oficiales conversan en primer término. El que está a caballo se pone a fumar. Se despiden. Queda sólo el campo.¿Qué es aquello que parece agitarse en la línea del horizonte? ¡Bah! Serán pinos de las montañas; pero fijándose cualquiera diría que es la montaña que se acerca. ¿Se verificará el milagro bíblico? No. Es una bandada de aves o una nube de polvo. El viento suele hacer estas travesuras en los campos desiertos y la masa indecisa y flamante como un montón de bruma que corriese impulsada por el norte a ras del suelo, se aproxima cada vez.

Pero el viento hiere la bruma y surge un reflejo y enseguida se ve brillar una línea de púas de plata y por fin se descubre un contorno y se adivinan entre la polvareda, las corazas, los cascos, las espadas y las inquietas cabezas de los caballos. ¡Ah! Es un batallón de coraceros que a galope tendido se adelanta por la llanura empapada de sol. Viene a nosotros, se acerca empapada de sol. Distinguimos los uniformes, los cuerpos, las bridas, los crines de los corceles. Y cuando creemos que vamos a ser arrebatados en la bélica carrera de aquel ejército triunfante; torna de un golpe la claridad para salvarnos de la catástrofe”.

Tamaña descripción para una película que duraba alrededor de un minuto, era ver demasiado en ella. Quizás el camarógrafo que rodó esta escena no tuvo esas intenciones que vio el cronista. Otros escribieron de la maravilla de fin de siglo, pero no fueron tan descriptivos como la crónica que acabamos de ver.

En próximos trabajos volveremos sobre el cinematógrafo. El que llegó en medio de la victoriosa guerra que libraban los cubanos, la epidemia de viruela y la reconcentración de campesinos y pobladores de la ciudad que ordenó el capitán general de la isla Valeriano Weyler con el propósito de evitar que colaboraran con los combatientes cubanos. Monsieur Veyre, con otro hecho que ocurriría a pocos días de haber instalado el cinematógrafo en La Habana, se va a insertar para siempre en la historia de la cultura cubana.

Bibliografía:
Fragmentos de un guión del autor para un documental de ficción no realizado.
Rodríguez, Raúl. El cine silente en Cuba. Ensayo. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1992.
Agramonte, Arturo. Cronología del cine cubano. Ediciones ICAIC, La Habana, 1966.
Revista El Fígaro Enero-abril 1897
Carlos Fernández Cuenca, Historia del cine. Editorial Afrodisio Aguado, S:A.. Madrid,. España. 1948.


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