sábado, 4 de junio de 2011

El recuerdo de un pequeño y maravilloso personaje.

TELECOLOR y el recuerdo de un pequeño y maravilloso personaje.
J. Pucheux.

Corría el año de 1961 y llegué ( junto a otros compañeros de trabajos seleccionados por la Dirección del ICAIC para iniciar un nuevo proyecto llamado ANIMACIÓN ESPECIAL) a un viejo laboratorio de revelados de películas llamado TELECOLOR donde realizaríamos todos los efectos visuales, créditos, fotoanimaciones y diseños de imágenes de los filmes cubanos de la época.
Nunca imaginé que allí, en esa vieja instalación - que en su momento había pertenecido, según nos informaron a todos al señor Gaspar Pumarejo y su canal de TV del mismo nombre- además de entrenarnos y estudiar para realizar cuantos trabajos relacionados con la imagen para el cine del ICAIC nos fueran solicitados, iba a conocer a un personaje que hasta nuestros días nunca he podido olvidar.
Telecolor estaba situado a la entrada del PARQUE ALMENDARES, casi al lado de la rivera del río. Era una zona de grandes árboles y plantas trepadoras, le llamaban EL BOSQUE DE LA HABANA. Recuerdo que hablábamos de lo parecido que podría haber sido Cuba a la llegada de los españoles con toda esa vegetación exuberante y tan hermosa, toda una selva maravillosa, verde, verde, con una luz siempre filtrándose entre las ramas.
Todos estábamos enamorados del lugar: Era fascinante aquel sitio. Imagino que aun hoy perdure ese bosque.
Recuerdo también algunos trabajos que realizamos, para las entonces notas o cápsulas de la ENCICLOPEDIA POPULAR, una especie de Serie de la época, muy útil y educadora, que no solo permitió llevarles a l público en los cines cultura, educación e información en general, sino que fue también, un espacio para la experimentación y adiestramiento de nuevos realizadores o jóvenes que entonces daban sus primeros pasos en el cine.
Otro recuerdo fue el documental de Santiago Álvarez, CICLÓN, cuando el huracán Flora, en 1961.
Lo cierto fue que toda nuestra pequeña tropa, además de estar vinculada totalmente a nuestros trabajo, también, sin querer lo estábamos con el Bosque que nos rodeaba.
Allí, en ese entorno, volando de rama en rama, de árbol en árbol, conocí a un increíble personaje, Rey absoluto del Bosque, del Parque, del lugar todo, era un bellísimo GUACAMAYO, posiblemente el último de su especie en toda la Isla.
Realmente nunca supimos de dónde había venido, si había nacido allí, si lo había soltado alguien para adentrarse entre el follaje y vivir libremente. Lo cierto es que para nosotros era el último.
Camino a la cafetería que había en el Parque, siempre lo veíamos y lo contemplábamos anonadados en su magistral vuelo, otras veces revoloteaba cercano a las ventanas del Laboratorio y perderse dentro del Bosque.
Realmente lo disfrutábamos. Recuerdo a mi entonces jefe: Modesto García, quien junto a otros compañeros de trabajo como Pepe Martínez, Delia Quesada, René Ávila por mencionar algunos, quienes al igual que yo, estábamos fascinados con aquella ave.
Imagino que estos eventos fueron también, creativamente, otro detonante para que Modesto realizara su documental dibujado completamente a plumilla,” LOS INDOCUBANOS”.
Una mañana sin sol, alguien que pasaba por la carretera que se adentraba en el Bosque, nos dijo que habían encontrado muerto al Guacamayo, que no molestaría más con sus cantos y aleteos. Y nunca supimos la causa de su partida.
Pero lo más triste fue, que jamás alguien, se interesó o se ocupó de investigar qué había ocurrido y mucho menos, de intentar reproducir o comprar en alguna hermana Nación de Centro América unos ejemplares y soltarlos en regiones boscosas de la Isla para lograr la reproducción de una especie que por aquel entonces ya estaba en total peligro de extinción.
A fin de cuentas, esa era un ave que existía en Cuba junto a los aborígenes cubanos, Taínos y Siboneyes. Por qué no se hizo nada entonces.
Sería muy gratificante saber que alguna institución como la Academia de Ciencias de Cuba u otra similar, haya trabajado o diseñado planes para lograr la conservación de una especie que forma parte de nuestros ancestros y que por su sobrada belleza merece ser preservada.
Esta pequeña historia quizás les resulte nada afín con el cine.
Aunque, pensándolo bien: ¿ Por qué no?

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