jueves, 5 de septiembre de 2013





CARTA DE PEDRAZA GINORI, QUIEN FUERA UNO DE LOS GRANDES DIRECTORES DE LA TV CUBANA DURANTE MUCHOS AÑOS. A JUAN PADRÓN, DIRECTOR DE PELÍCULAS  DE DIBUJOS ANIMADOS  CUBANAS.J

CARTA A JUAN PADRÓN, POR SI ACASO.

Juan Padrón, nacido en 1947, es caricaturista, realizador de dibujos anima ilustrador, historietista, guionista y director de cine.

Galicia, 5 de septiembre de 2013

Sr. Juan Padrón,
La Habana,
Cuba.

Estimado Padroncito:

    Espero que al recibo de la presente, te encuentres bien en compañía de los tuyos. Por acá, vamos tirando. Mi esposa Loly Buján y yo seguimos viviendo en España, este país acogedor en el que nos plantamos hace 21 años. Ya nos hemos jubilado y estamos más tranquilos que estate quieto.

    Hace tiempo que he estado por escribirte pero por h o por b lo he ido dejando para más adelante. Creo que ha llegado la hora de que ese “más adelante” se convierta en hoy y te suelte la descarga que te tenía guardada.

    Mientras viví allá, no establecimos amistad en el sentido hondo que yo le doy a esa palabra. Fuimos condiscípulos en los 70, cuando juntos estudiábamos Historia del Arte en aquellos cursos nocturnos para trabajadores que pusieron, al fin, un diploma universitario en nuestras manos y añadieron una línea a nuestros currículums. Allí, en las aulas y pasillos de la Facultad de Artes y Letras nos conocimos, charlamos alguna que otra vez y creo que nos caímos bien mutuamente. Entonces, eso fue todo. Después, en contadas ocasiones, nos encontramos en la Cinemateca, en la UNEAC, aquí o allá y, como es natural entre conocidos, nos saludamos e intercambiamos un par de frases. Pero de ahí no pasamos.

    A lo largo de muchos años, he seguido tu carrera y he disfrutado como no te imaginas con tus personajes. Me he divertido muchísimo con tus verdugos, tus mambises, tus panchos, con tus filminutos, con ese mundo prodigioso que fuiste creando a tu alrededor, fruto de tu talento creativo y de, estoy seguro, muchas horas de insomnio y trabajo. De la saga de Elpidio, ¿qué te puedo decir que no te hayan dicho ya? Por eso, con permiso de María Silvia y Resoplez, en esta ocasión voy a centrarme en “Vampiros en La Habana”.


    Porque eres un tipo sencillo que no está en ná, porque en el fondo sigues siendo un guajirito matancero que un día se puso a pintar garabatos, supongo que todavía no entiendas demasiado bien por qué eres famoso y a qué coño se debe que todo el mundo hable bien de ti. Te va a parecer una exageración mía pero creo firmemente que la historia de nuestra cultura no sería la misma sin ti y que ahí estás, por derecho propio, sentado en el mismo palco que Guillén, Carpentier, Matamoros, Titón y Lecuona, cantando vidaaaaaa con el Benny, conversando de tú a tú con Lam, Pérez Prado, Félix Pita, Leopoldo Trespatines, Roig, Celia y Alicia, saboreando el bajo de Cachao y la flauta de Richard. Ahí, ahí mismitico, junto a Marta Valdés, Miravalles, la Burke, Álvarez Guedes, Formell… En fin, integrando el Team Cuba.     

    En La Habana, cada vez que te veía, la timidez y el miedo al ridículo que siente un fulano normal en presencia de un genio me impedían decirte lo que he escrito en el párrafo anterior. Me parecía que quedaría ante ti como una quinceañera que le pide un autógrafo a su ídolo. Esa estúpida autocensura que nos impide expresar lo que sentimos y ese patético cuidarnos la boca para que los demás no nos minusvaloren, evitaron que conocieras la admiración extraordinaria que siento por ti y por tu obra.

    Gracias a ti, sé lo que siente un loco cuando suelta una de las suyas y le miran raro. Cada vez que, en Cuba o en España, he afirmado que “Vampiros en La Habana” (la primera) es el mejor largometraje de la historia del cine, he sentido esa mirada condescendiente que me perdona la vida. Pero siempre he salido al paso y me he pasado un rato tratando de convencer a la gente de que lo que digo es la pura verdad. Durante varios años, todos mis compañeros de trabajo españoles, incluyendo los que tuve en un festival de cine –y ya sabes cómo son de tiquismiquis los del gremio-, se tuvieron que disparar tu filme, porque les hice llegar el dvd y les insistí para que lo vieran y analizaran antes de objetar mi valoración. Hasta ahora, ni uno se ha pasado a mi bando (algo extremista, ya lo sé) pero hay que comprenderlos, son personas que no conocen a la Aragón y a Van Van ni se han reído con Cheo Malanga, que no saben qué debe comprar Catalina cuando la yuca se le está pasando ni se han montado en un camello a las tres de la tarde, seres carentes del nivel de cubanidad en vena que hay que tener para justipreciar la historia del Vampisol. Allá ellos, los pobres.

    No la mejor de dibujos animados, no la mejor cubana o latinoamericana, no la mejor de temática vampírica, no la mejor comedia, no la del mejor guión. Tengo todo un cuerpo de ideas para defender mi tesis de que tu película es la mejor y más completa en términos absolutos desde que los Lumiere inventaron el invento. Mi criterio no se basa sólo en sus logros formales o de contenido, que los tiene porque si no fuera así sus muchísimos fans de otros países, que no saben ni papa de Cuba, hubieran pasado olímpicamente de ella. Voy más allá de lo estrictamente cinematográfico para adentrarme en las siempre cenagosas discusiones sobre la función social del creador, sobre si el arte debe ser útil o no. Yo me apunto a que sí. Uso ése y otros argumentos para destacar la grandeza de tu filme. Con él demostraste que, si se es honesto y legítimo, mientras más local se sea, más universal se es. No existe hasta hoy en ninguna cinematografía, otra cinta que haya superado a "Vampiros..." en saber llevar su mensaje a públicos extranjeros. Al menos, no la conozco. Y en cuanto a los cubanos, sus espectadores naturales, ninguna nos ha hecho pasar un rato más entretenido, ni ha conectado más con nuestra idiosincrasia, ni nos ha provocado más orgullo de pertenecer a nuestra gente que, esté donde esté y piense cómo piense, en el fondo desea que no haya tiranías, que podamos chupar a cualquier hora y que nos dé el sol en el rostro sin que sus rayos nos disuelvan.

    Aunque nacido en un frío país europeo de noches tormentosas, el trompetista Pepe Joseph Pepito es el cubano más cubano que haya aparecido en una pantalla de cine. Más auténtico que el Tomás de Llauradó, el Diego de “Fresa y chocolate” y todos los que han interpretado Mirta Ibarra y Eguren juntos, que ya es decir. Yo he conocido en persona a Lola, a los tres amigos de Pepe y al Capitán tarrúo. Fueron mis vecinos, mis amigos, estaban dentro de mí mucho antes de que los dibujaras. George Raft y Vito Corleone son niños de teta, malos de mentiritas, incapaces de producir el miedo que me inspira una sola imagen de tu Al Tapone. Tus maravillosos personajes aparecieron en aquella segunda mitad de los 80 en que todo comenzó a precipitarse barranca abajo y sin freno, en que necesitábamos muy mucho que nos hicieran olvidar, aunque fuera por un rato, la cruda realidad que vivíamos en la isla. Sacudidos por la libreta, los apagones, la vivienda en mal estado, la guagua que nunca llegaba, las decepciones generalizadas, las verdades convertidas en mentiras y el futuro luminoso que cada día se veía más lejano, en aquellos tiempos en que nos desangrábamos como nación y gritar ¡¡¡enfermeraaaa!!! era peligroso e inútil, tú y tu equipo supieron conectar perfectamente con nosotros, el público a quien iba dirigida tu película, de una forma que ya quisieran para un día de fiesta Einsenstein, Welles, Wilder, Wajda, DeSica y otros célebres compañeros tuyos de profesión.

    Por favor, no pienses por un instante que la nostalgia me ha tostado o que intento cogerte pal trajín. Te puedo asegurar que, tanto en nuestra tierra como en el exilio, no he encontrado un solo compatriota que no vacile “Vampiros…”, que no la tenga entre sus favoritas, al que no se le ilumine el rostro con una sonrisa cuando la menciono, que no ame a Lolita, que no sepa qué significa ¡Páwata, Páwata! y que no disfrute ese numerito de la adúltera mujer del capitán jodiendo en la bañadera con Pepe y su trompeta burbujeante. Para mí, la escena más sexy que se haya filmado jamás.

    Fundamental para alcanzar la excelencia fue el piquete que te acompañó. Mayito García-Montes y los demás animadores, los actores en estado de gracia, Adalberto, Rembert, Arturo Sandoval, la editora Rosa María, tu hermano Ernesto, en fin, todos deben estar satisfechos de haberte acompañado en esta aventura. Uno para todos y todos para uno, como debe ser. Si yo fuera uno de ellos, andaría por ahí pegado al techo, presumiendo el día entero.

    Reclamo estar entre los primeros dos o tres fanáticos acérrimos de tu película. La fui a ver al cine cuando se estrenó y salí cantando que había que pasar por batidora la fórmula del corazón de lagarto y el toquecito de ají y sospechando que ése que caminaba a mi lado podía ser un vampiro. Pocos días después, llevé a mis pequeños hijos a verla y les inoculé el virus. Corrí a felicitar a mi compañero Frank González por haber participado en el equipo que la hizo. Y, aunque no lo recuerdo con precisión porque la memoria es una cabrona, seguramente en cuanto coincidí contigo te dije que me había gustado mucho.

    Achaco al síndrome de Antonioni y a la diarrea mental que durante años tuvieron secuestrados a buena parte de los críticos cubanos de cine y de los dirigentes del ICAIC, el hecho de que la subvaloraran al principio. No comprendieron que vampiros éramos todos, que el tío y el sobrino luchaban por nosotros cuando se enfrentaban a lo peor de Chicago, Düsseldorf y La Habana, a los que siempre han querido machacarnos para someternos y así enriquecerse. Wolfgang, el científico altruista que crea y regala su fórmula. Pepito, el político que combate a la dictadura. Coño, si estaba clarito Juan, si lo que hiciste fue aplicar lo que habíamos estudiado en la universidad sobre la interrelación entre forma, contenido y mensaje.

    Pero la miopía culturosa no les permitió darse cuenta de la gran alegoría que habías creado porque pusiste a reír al personal, utilizaste el ritmo de son e ignoraste el discurso panfletario. No valoraron el ejemplo que diste a los cineastas pobres al meterle una patá en los huevos a los grandes presupuestos de Disney. No avizoraron que sería un clásico, que se convertiría en el filme cubano más apreciado y visto en el extranjero y que lograría el no va más: que una película de culto fuese a la vez popular. Si hubiesen tenido dos dedos de frente, habrían salido corriendo por las calles, gritando alborozados que ya teníamos una nueva “Lucía”, que nuestro cine había producido una segunda obra maestra.

    Debe haber sido en 1992 o en el 93. Ya había cruzado el charco y vi el anuncio de que la 2 de Televisión Española iba a transmitir “Vampiros en La Habana”. Aquella noche preparé el VHS en casa y la grabé completa. La calidad no fue muy buena pero a mí no me importó. La ví un montón de veces, algunas por puro placer y no pocas para evitar que el gorrión del destierro se posara sobre mi hombro. Aún conservo aquella grabación que, en cuanto pude, convertí a digital y copié una y otra vez para regalársela a mis amigos en una acción que era piratería pura y dura pero que yo autojustifiqué calificándola como de divulgación cultural y que espero me perdones.

    Mi hijo adolescente y yo nos la echamos tantas veces que memorizamos los diálogos más simpáticos, que es como decir que prácticamente nos aprendimos de memoria la película. Y los repetíamos entre nosotros, cagándonos de risa cada vez que lo hacíamos. No sabes cómo me ayudaste en la difícil tarea de lograr que él, rodeado de gallegos por todas partes, no perdiera sus raíces.

Querido Padrón:

    Dice Internet que te han entregado sepetecientos premios, órdenes y medallas. En tu casa debe haber varias vitrinas repletas de reconocimientos. Por tener, tienes hasta un bar dedicado a Pepito (allá le dicen “centro cultural” ja, ja, ja). Y eso me alegra, no siempre ocurre así en vida de los creadores. Pero por encima de las instituciones y festivales que te han distinguido, muy por encima, está el galardón que te ha dado tu gente cubana dondequiera que vive y lucha el día a día, en Aguacate y Amsterdam, en Camagüey y Madrid, en Miami, Roma y poripallá en cada rincón de la tierra en que haya una banderita nuestra colgada en la pared. Aunque muchos no recuerden tu nombre, te llevan en sus corazones. Eres el de los vampiros, el de Elpidio, Palmiche y el tren militar, el de los filminutos, el que por encima de las ideologías y las divisiones, logró la hazaña de unirnos de una manera que no se le ocurrió ni al que asó la manteca, de la forma más extraña que se haya unido a un pueblo partido en dos: pintando muñequitos graciosos.

    En el próximo octubre cumpliré 75 tacos. Aunque dice un reciente chequeo médico que estoy cancha, existe una realidad inexorable que se llama “ley natural” y creo que estoy en la parte alta de la octava entrada, que a mi juego le quedan unos cuantos outs más y después las luces del estadio se apagarán. Con suerte, habrá un empate y el manager me dejará pitchear algo en extrainnings.

    Por eso y porque alguien me ha contado que has estado un poco pachucho de salud, creí mi deber dirigirte esta carta ahora, cuando la puedo escribir y cuando la puedes leer. Por si acaso. Desde mi punto de vista, sería lamentable que uno de los dos se pirara de este mundo y te quedaras sin recibir mis más profundos sentimientos de gratitud y respeto.

Gracias, artista, muchas gracias.

Un abrazo,

Ginori